jueves, 29 de marzo de 2012

Códigos milongueros:
El cabeceo
Si bien este es un tema muy conocido por todos aquellos que frecuentamos la milonga y que ha sido tratado infinidad de veces por quienes escribimos acerca del tango, por algún motivo sigue suscitando interés.
Tal vez se deba a que la comunicación entre seres humanos está en franca crisis, y entonces este “código” milonguero parece una cosa extraña y hasta un lujo que ya no se espera.
Para quienes no estén familiarizados con el ambiente del tango bailado, diremos que el cabeceo es la forma en que un hombre “saca” a una mujer a bailar, haciendo un pequeño gesto con la cabeza, como invitándola a seguirlo. Ella suele responder, en caso de aceptar, con un breve gesto de asentimiento o una sonrisa.
Las razones por las cuales nos parece que esta costumbre se mantiene y se cultiva son, aunque conocidas por muchos, dignas de ser repasadas.
En primer lugar, hay algo que precede al cabeceo propiamente dicho. El lo que podríamos llamar “embrocamiento[1]”, es decir, un cruce de miradas no evitado, equivalente a un pre-acuerdo sobre lo que, inmediatamente, rubricarán el cabeceo y el asentimiento. En otras palabras, no puedo cabecear a una mujer que no me está mirando o que rehúye mi mirada.
De esta forma se evita el famoso “rebote”, esto es, el desazonante trance de invitar a bailar a una mujer y que esta decline la invitación. Y si bien se dice en el ambiente que “una tanda no se le niega a nadie”, no todo el mundo pone en práctica estos preceptos.
Recíprocamente, evita que la mujer se sienta presionada por un hombre que se acerca a su mesa a sacarla a bailar.
Es bastante evidente que este dispositivo esconde una gran sabiduría social. El tango no sólo descuella por lo específicamente terpsicóreo, sino porque conlleva un cierto savoir faire que supera la conducta media de los seres humanos.
Por otra parte, esta forma de comunicación no verbal, coloca a los cultores de esta praxis tanguera, la milonga, en un particular estado de atención y de conciencia. El éxito de nuestro objetivo depende de un manejo sutil y artístico de la mirada, la atención y la oportunidad. Así, entonces, todo converge en el rito pagano de bailar el tango, algo comparable a volar en una alfombra mágica.
Finalmente, se me ocurre algo elemental. Las cosas son lo que son en función de ciertos valores diferenciales. Es lo que permite diferencia a la fútbol del handball. Cada género tiene lo suyo y el tango no es una excepción. Su forma específica de bailarse y sus “códigos” sirven para que no se convierta en otra cosa.
14 de marzo de 2012



[1] Embrocar: en lunfardo, fijar la mirada en un objeto. Embrocantes: anteojos, sobre todo si son los binoculares prismáticos.

2 comentarios:

Nora Mouso dijo...

El cabeceo tiene sus códigos, pero también tienen sus vaivenes, es muy agradable encontrar la mirada, responderla y sellar el encuentro de miradas en un abrazo. Cuando hay errores, y son muchos, vale el donde de gente. Pequeños ejemplos: si vienen dos hombres a sacar a una mujer por el motivo que fuera, la otra chica que está en la mesa puede salir con el varón que quedó en posición adelantada. Si dos chicas, mal entrenadas para el cabeceo, se predisponen a salir a bailar y es un solo compañero el que se aproxima, con una sonrisa amable y un en la próxima tanda, se soluciona. Hace falta el don de gente. Nora de www.tangolasrejas.com.ar

Carlos Moreno dijo...

Estoy totalmente de acuerdo. Supongo que tu comentario completa mi artículo. No parece haber contradicción con tu acotación. Sólo traté de resaltar el lado que no suele describirse de este contacto, que es la mirada previa de la mujer, más allá de cualquier intención del hombre de cabecear.
Gracias por tu interés.